El pensamiento binario es básicamente dicotómico, navega entre categorías mutuamente excluyentes: lo uno
se opone a lo otro construyendo un sentido único, una representación de la
realidad y del mundo. Abordar la binaridad implica analizar un problema de tipo
epistemológico.
Nuestra vida cotidiana, la cultura, la vida cotidiana, la ciencia, la
religión, están plagadas de pares binarios más o menos asimilados
culturalmente: hombre- mujer, trabajo-placer, cuerpo-mente, bueno-malo, urbano-rural, ciencias naturales-ciencias sociales, son
solo algunos ejemplos de una construcción de sentidos de opuestos excluyentes
que emergen de manera naturalizada.
Los esquemas binarios proponen un vínculo con bordes rígidos que configuran opuesto-semejantes
porque construyen su diferencia en la oposición transformándose en semejantes
al pensarse desde su opuesto. Al erigirse como y desde lo
opuesto se mueven en una línea sin transformación siendo espejo de aquello
mismo a lo cual se oponen.
La operación de la binarización implica un proceso totalizador, en cada uno
de los polos del proceso se encuentra una respuesta abarcadora que se
construye por diferencia y oposición. Desde esta perspectiva, los pares
binarios generan un proceso empobrecido
que oculta la emergencia de la alteridad.
Para superar el pensamiento binario es necesario transcender una mirada dicotómica y enfrentada entre
paradigmas y categorías y proponer
procesos que respondan más a una lógica rizomática que a un pensamiento
unidireccional. En términos de Deleuze y Guattari: “el rizoma es un pensar
desafiante al binarismo reduccionista de Occidente, por tanto es la aceptación
de la multiplicidad, un devenir permanente que aboga por la transmutación de
los espacios de sentidos reglamentados por una lectura unidireccional, líneas
de huída para la conformación de nuevos agenciamientos en apertura permanente”.
(Deleuze y Guattari, 2002).
El rizoma propone un pensamiento diferente al invitarnos a conectar
dimensiones diversas en itinerarios no planificados. Allí es donde surge la posibilidad
de que algo nuevo surja, en la conexión entre los diferentes. Y nuevamente
llegamos a los bordes; el concepto de rizoma de Deleuze y Guattari vuelve a
invitarnos a poner la mirada en esos “espacios
de sentidos no reglamentados” donde es posible encontrar nuevos agenciamientos
y posibilidades.
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