
El networking requiere pensar en nuestra capacidad de
establecer relaciones buscando sinergia, relaciones duraderas, basadas en
vínculos de confianza y colaboración. Sobre lo anterior existe una larga trayectoria bibliográfica.
Quizás la más conocida es la de Mark Granovetter, que ya en 1973, refiriéndose
a las relaciones fuertes y débiles en las redes sociales, definió el vínculo
interpersonal como “fruto de una combinación de tiempo, intensidad emocional,
confianza y servicios recíprocos”.
Vemos como las definiciones anteriores, tiran por tierra
aquellas ideas que consideran que el networking implica disponer de una larga
lista de contactos para realizar ventas o que implican solo contactos a través
de Linkedin. Muy por el contrario, pensar el networking nos introduce en el
terreno de las redes humanas y su potencial, entendiendo que cada persona
conocemos, es un nodo en una red interconectada capaz de expandirse sin límites.
Las redes de nuestros vínculos siguen recorridos azarosos, muchas veces
imprevistos, y nos llevan a lugares no imaginados desde el punto de partida. Tal es la potencia
de la conectividad con otros.
Y éste es justamente el potencial del networking: la práctica
de construir puntos de conectividad con otros genera un gran impacto en nuestra
vida. Los seres humanos “somos con otros”, nos potenciamos con otros. Es en
nuestras redes y sus conexiones donde encontramos la posibilidad de una mayor
realización y crecimiento en la vida.
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