sábado, 27 de agosto de 2016

Segundo Borde: El recreo


Otro borde ha llamado mi atención, el recreo escolar.Mi curiosidad por los recreos nació en 2014, cursando una Maestría en Educación, Lenguajes y Medios en UNSAM. Surgió de repente, mirando imágenes de recreos en diferentes momentos históricos como propuesta de un Seminario de Pedagogía y Cultura. Había mucho más en las imágenes que niños y niñas jugando en un patio.Había toda una cultura infantil sumamente rica y no subsidiaria al espacio de clase. Toda una cultura que era necesario comprender para facilitar el aprendizaje de los niños en la escuela, pero que permanecía subsumida frente a la dominancia de la institución escolar y solo los abordajes más antropológicos podían captar.
Desde sus orígenes el recreo fue pensado como un justo y medido intervalo de tiempo antes de regresar al salón de clase. Esta racionalidad es la que se imprimió en la Ley 1420 que los definió como “intervalos de descanso, ejercicio físico y canto”. El recreo apareció desde entonces opuesto en una lógica dicotómica al tiempo de clase, un espacio de ocio, fuera del currículo, una “no cultura”, un espacio de frontera entre un tiempo de aprendizaje y otro.
Aparece aquí entonces la necesidad de pensar el recreo como una frontera abierta,  reconociendo que en los recreos se juegan espacios de construcción de las identidades, aprendizajes cotidianos de los niños, niñas y adolescentes, espacios de lo múltiples, de emergencia de los sujetos. 

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